domingo, 4 de diciembre de 2011

LA EVANGELIZACIÓN HOY...

LA EVANGELIZACIÓN HOY.
La fe cristiana, al alba del nuevo milenio, se ve confrontada con el desafío de la increencia y de la indiferencia religiosa. La indiferencia y la increencia se desarrollan en los ambientes culturales impregnados de secularismo. El Dios sí, Iglesia no de los años sesenta, se ha convertido en un religión sí, Dios no, o al menos religiosidad sí, Dios no, a comienzos del nuevo milenio: ser creyente, sin adherirse al mensaje transmitido por la Iglesia. Las estadísticas que ofrecen son tan interesantes como variadas, basadas unas en la frecuencia de la misa dominical, otras sobre el número de bautismos, otras sobre la preferencia religiosa y otras aún sobre los contenidos de la fe. En la mayor parte de los casos, el despertar espiritual se desarrolla de forma autónoma, sin relación con los contenidos de la fe y la moral transmitida por la Iglesia.
El hombre denominado homo indifferens, no deja por ello de ser homo religiosus en busca de una nueva religiosidad perpetuamente cambiante. Ofrece una serie de proposiciones concretas para el diálogo con los no creyentes y para evangelizar las culturas de la increencia y de la indiferencia. Con ello, el Consejo Pontificio de la Cultura no pretende ofrecer recetas milagro, pues sabe bien que la fe es siempre una gracia, un encuentro misterioso entre Dios y la libertad del hombre.


En los países de tradición cristiana, una cultura bastante difundida da a la increencia un aspecto más práctico que teórico, sobre un trasfondo de indiferencia religiosa. ¿Por qué tantos hombres no creen en Dios? ¿Por qué se alejan de la Iglesia? ¿Qué parte de sus razones podemos aceptar? ¿Qué proponemos para responder a aquéllas?
Los Padres del Concilio, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes. Han identificado algunas causa de ateísmo contemporáneo. Esta forma de pensar ha llevado a considerar al hombre como el centro absoluto de la realidad, haciéndolo ocupar así falsamente el lugar de Dios y olvidando que no es el hombre el que hace a Dios, sino que es Dios quien hace al hombre. Para muchos cristianos, la vivencia de la fe está estrechamente vinculada a los principios morales subyacentes; de ahí que ciertos comportamientos escandalosos por parte de los sacerdotes tengan efectos devastadores y provoquen una profunda crisis en su vida de fe.
La transformación de las condiciones de vida, en apartamentos de pequeñas dimensiones, ha reducido el núcleo familiar, y los abuelos, cuyo papel ha sido siempre fundamental en la transmisión de la cultura y de la fe, se ven alejados. Los ideales y los modelos de vida propuestos por los medios de comunicación social, la publicidad, los protagonistas de la vida pública, social, política y cultural, son a menudo vectores de un consumismo radicalmente antievangélico. Deriva de ahí una percepción negativa de la Iglesia que le quita la credibilidad necesaria para transmitir su mensaje de fe. Por otra parte, la oposición y la crítica tenaz a la Iglesia Católica, por parte de ciertas elites, sectas y nuevos movimientos religiosos, especialmente de tipo pentecostal, contribuyen a debilitar la vida de fe. Las críticas y las objeciones más graves de estos grupos contra la Iglesia son: su incapacidad para mirar la realidad, la incoherencia entre lo que la Iglesia pretende ser y lo que realmente es, la escasa incidencia de su propuesta de fe en la vida real, incapaz de transformar la vida cotidiana. Estas comunidades sectarias, que se desarrollan en América y África, ejercen una fascinación considerable sobre los jóvenes, arrancándolos de las Iglesias tradicionales, sin lograr satisfacer sus necesidades religiosas de forma estable. La fe se vacía de su sustancia y ya no se expresa a través de un compromiso personal, mientras se abre paso una incoherencia entre la fe profesada y el testimonio de vida. Sin testimonio de vida cristiana, la práctica religiosa se va abandonando lentamente. Los discípulos de Cristo viven en el mundo y están marcados — a menudo sin ser conscientes de ello— por la cultura mediática que se desarrolla fuera de toda referencia a Dios. Por lo demás, el laxismo en las costumbres y la ostentación del pansexualismo producen un efecto adormecedor sobre la vida de fe. La vida cristiana parece alcanzar así, en algunos países, niveles mediocres, con evidente dificultad para dar razón de la fe. El desafío es grande para la fe cristiana, que se funda sobre la revelación del Dios tripersonal, a cuya imagen, cada hombre está llamado a vivir en comunión. La fe en un Dios en tres personas es el fundamento de toda la fe cristiana, así como la constitución de una sociedad auténticamente humana. La historia de la salvación es un diálogo de amor de Dios con los hombres, jalonado por las sucesivas alianzas establecidas entre Dios y el hombre, que caracterizan esta experiencia de relación, a la vez personal y personalizadora. Así, «sólo el amor es digno de fe», el amor se vuelve el gran signo de credibilidad del Cristianismo, porque no está separado de la verdad.

La Iglesia está arraigada en la historia. El Símbolo de la fe menciona a Poncio Pilatos para señalar el anclaje de la profesión de fe en un momento particular de la historia. La Iglesia es sacramento de Cristo, prolongación en la historia de los hombres del misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, acontecida hace dos mil años.

Para completar esta rápida descripción, aparecen, como respuesta a la aparición de esta religiosidad multiforme, sin nombre ni rostro, nuevas formas destacadas del panorama religioso en la cultura contemporánea.
Los desafíos que presentan las culturas de nuestro tiempo y la nueva religiosidad estimulan a los cristianos a profundizar en su fe y a buscar cómo anunciar hoy la Buena noticia del amor de Jesucristo, para llegar a los que viven en la increencia y la indiferencia. La misión de la Iglesia no consiste en impedir la transformación de la cultura, sino más bien asegurar la transmisión de la fe en Cristo, en el corazón mismo de unas culturas en pleno proceso de cambio.
No se puede separar de la vida misma de la Iglesia ni quedar reservado para algunos expertos. Toda iniciativa pastoral acerca de la increencia y la indiferencia religiosa nace de la vida misma de la Iglesia, vida comunitaria impregnada del Evangelio. Sin el impulso de una fe vivida en plenitud, las iniciativas pastorales carecen de valor apostólico. es decir, la evangelización de la cultura de la increencia y de la indiferencia religiosa.
 Y es sin embargo, con este hombre con quienes estamos llamados a entrar en diálogo, porque es este hombre en todas las culturas, el camino de la Iglesia.

Un diálogo constructivo con los no creyentes, basado en estudios y observaciones pertinentes, puede desarrollarse en torno a algunos temas privilegiados:
Las grandes cuestiones existenciales: el porqué y el sentido de la vida y de la responsabilidad, la dimensión ética de la vida humana, el porqué y el sentido de la muerte en la cultura y en la sociedad, la experiencia religiosa en sus diferentes expresiones, la libertad interior de la persona humana, la fe.
En Francia, los miembros del servicio «Incroyance et foi» (Increencia y fe), de la Conferencia Episcopal, participan en debates, coloquios y mesas redondas organizados por Centros Culturales e instituciones educativas, católicas o laicas. En el marco del diálogo con los no creyentes, la teología fundamental, concebida como una apologética renovada, tiene como misión dar razón de la fe (1Pe 3,15), justificar y explicitar la relación entre la fe y la reflexión filosófica, a través del estudio de la revelación en relación con los interrogantes de la cultura actual.
           
El mandato de Cristo a la Iglesia no se agota en la evangelización de las personas. Si la increencia es un fenómeno cultural, la respuesta de la Iglesia ha de tomar en consideración también las diversas problemáticas de la cultura a través del mundo.
Evangelizar la cultura es dejar que el Evangelio impregne la vida concreta de los hombres y mujeres de una sociedad dada. Al identificar algunos puntos de anclaje para el anuncio del Evangelio, las proposiciones aquí presentadas ofrecen diferentes orientaciones —nova et vetera— para una pastoral de la cultura, con el fin de ayudar a la Iglesia a proponer la fe cristiana respondiendo al desafío de la increencia y la indiferencia religiosa.


Hasta el fin de los tiempos, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, la Iglesia continúa su peregrinación con la confianza y la certeza de saberse sostenida e iluminada por el Señor. Los movimientos y asociaciones cristianos activos en la vida pública, en los medios de comunicación social y ante los gobiernos, contribuyen a crear una cultura diferente de la cultura dominante, no sólo en el nivel intelectual, sino sobre todo en la vida práctica. Es así como algunos cristianos colaboran con la «Liga agnóstica a favor de la vida», en defensa de la vida.
La promoción de manifestaciones públicas sobre los grandes temas de la cultura. Estos encuentros favorecen los contactos y el diálogo personal con los que trabajan en los grandes campos de la cultura y constituyen un modo significativo de presencia pública de la Iglesia.
Los coloquios organizados por el Consejo Pontificio de la Cultura con el Ente dello Spettacolo, en Roma, sobre el cine espiritual, y el congreso celebrado en colaboración con la Iglesia Luterana Noruega en Oslo, sobre La Iglesia y el cine, son ejemplos de encuentros donde se pone en evidencia la capacidad del lenguaje cinematográfico para transmitir, gracias a la fuerza de las imágenes, valores espirituales que pueden fecundar las culturas. Una iniciativa parecida del Consejo Pontificio de la Cultura sobre el teatro religioso, se revela prometedora. Tales acontecimientos permiten asegurar una presencia cristiana en el mundo de la cultura, valoran las potencialidades del arte y crean espacios de diálogo y reflexión.
Los medios de comunicación social desempeñan en la cultura actual un papel fundamental. Es importante que sean formados y apoyados» (Para una pastoral de la cultura. No basta hablar para ser comprendido. Saliendo del templo para ir a la plaza, los cristianos dan testimonio público, sin publicidad, del gozo de creer y de la importancia de la fe para la vida. El diálogo y el testimonio pueden suscitar el deseo de entrar en el misterio de la fe. La experiencia de los Equipes de Notre Dame es significativa: hogares cristianos que se ayudan mutuamente a crecer en su vida de fe compartiendo los gozos y las alegrías cotidianas, profundizando en la fe. Viven así de modo más pleno la vida familiar y eclesial. Para introducir en las familias cristianas «los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad» (Evangelii nuntiandi, n. 19), es decir, una cultura inspirada por la fe, es importante consagrar más tiempo a la vida de familia.
La ignorancia, ya sea religiosa o cultural, es una de las causas principales de la increencia, de la mal-creencia y de la indiferencia religiosa. Iniciación cristiana, catequesis y catecumenado. El contacto con los jóvenes en las escuelas desempeña un papel fundamental en la pastoral de la cultura.
Crece la necesidad de diseñar nuevos cursos y programas en el diálogo entre la ciencia y la fe. Los servicios especializados en el diálogo con los no creyentes y con la cultura de la increencia tienen también gran importancia, en unión con las Comisiones para la cultura y para la increencia de las Conferencias Episcopales. Allí donde no exista una cátedra para el estudio del ateísmo, la reflexión sobre las nuevas formas de increencia puede ser de gran ayuda para la misión de la Iglesia.

La belleza es una vía privilegiada para acercar a los hombres a Dios y saciar su sed espiritual. Los monumentos de inspiración cristiana edificados a lo largo de siglos de fe son auténticos testigos de una cultura modelada por el Evangelio de Cristo y guías siempre actuales para una buena formación cristiana. La cultura de la relación significativa es indispensable para que el testimonio cristiano pueda implicar al otro en un itinerario de fe. Las relaciones personales dentro de la Iglesia, sobre todo en las parroquias más extensas, son de gran importancia. El gozo de pertenecer a la familia de Dios es el signo visible del mensaje de la salvación y la Iglesia, familia de familias, aparece entonces como el verdadero «lugar» del encuentro entre Dios y los hombres.
Inculturar la fe y evangelizar las culturas a través de las relaciones interpersonales permite a todos y cada uno percibir la Iglesia como su propia casa y sentirse en ella a gusto.
Los centros culturales católicos ofrecen a la Iglesia singulares posibilidades de presencia y acción en el campo de los cambios culturales. En efecto, éstos son unos foros públicos que permiten la amplia difusión, mediante el diálogo creativo, de convicciones cristianas sobre el hombre, la mujer, la familia, el trabajo, la economía, la sociedad, la política, la vida internacional y el ambiente.
Los Centros culturales católicos son lugares privilegiados para una pastoral de la cultura y ofrecen la posibilidad de debates, con la ayuda de películas o conferencias, sobre problemas culturales de actualidad. La respuesta a estos interrogantes de la cultura, permite superar numerosos obstáculos a la fe, un don de Dios que se recibe a través de la escucha y el dialogo.
A los no creyentes, indiferentes a la cuestión de Dios, pero creyentes en los valores humanos, mostrar que ser verdaderamente hombre es ser religioso, que el hombre halla su plenitud humana en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y que el Cristianismo es una buena noticia para todos los hombres y culturas.
 Esta virtud teologal es el hilo conductor de la exhortación apostólica del Papa Juan Pablo II Novo Millennio Ineunte, al final del Gran Jubileo del Año 2000, horizonte de fe de toda la Iglesia en esta época crucial de la Iglesia. El deseo de la vida eterna no se ha apagado en el corazón de los hombres. Es la tarea pastoral más urgente para toda la Iglesia en nuestro tiempo, en el corazón de todas las culturas.






2 comentarios:

  1. Querido hermano en Cristo.

    La paz

    Te animo a seguir evangelizando en este areópago

    Rezo en tus intenciones

    Gerardo Müller msc

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  2. Hola P. Gerardo me da mucha alegria seguir en este aeropago donde hace mucha falta el hacer real a Cristo, que en este tiempo de Semana Santa, no solo sea una semana más sino, un cambio en nosotros pero un cambio hacia Cristo hacia Dios, que Guia y alimenta nuestra vida y nos hace feliz....un abrazo...saludos...

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