domingo, 4 de diciembre de 2011

LA EVANGELIZACIÓN HOY...

LA EVANGELIZACIÓN HOY.
La fe cristiana, al alba del nuevo milenio, se ve confrontada con el desafío de la increencia y de la indiferencia religiosa. La indiferencia y la increencia se desarrollan en los ambientes culturales impregnados de secularismo. El Dios sí, Iglesia no de los años sesenta, se ha convertido en un religión sí, Dios no, o al menos religiosidad sí, Dios no, a comienzos del nuevo milenio: ser creyente, sin adherirse al mensaje transmitido por la Iglesia. Las estadísticas que ofrecen son tan interesantes como variadas, basadas unas en la frecuencia de la misa dominical, otras sobre el número de bautismos, otras sobre la preferencia religiosa y otras aún sobre los contenidos de la fe. En la mayor parte de los casos, el despertar espiritual se desarrolla de forma autónoma, sin relación con los contenidos de la fe y la moral transmitida por la Iglesia.
El hombre denominado homo indifferens, no deja por ello de ser homo religiosus en busca de una nueva religiosidad perpetuamente cambiante. Ofrece una serie de proposiciones concretas para el diálogo con los no creyentes y para evangelizar las culturas de la increencia y de la indiferencia. Con ello, el Consejo Pontificio de la Cultura no pretende ofrecer recetas milagro, pues sabe bien que la fe es siempre una gracia, un encuentro misterioso entre Dios y la libertad del hombre.


En los países de tradición cristiana, una cultura bastante difundida da a la increencia un aspecto más práctico que teórico, sobre un trasfondo de indiferencia religiosa. ¿Por qué tantos hombres no creen en Dios? ¿Por qué se alejan de la Iglesia? ¿Qué parte de sus razones podemos aceptar? ¿Qué proponemos para responder a aquéllas?
Los Padres del Concilio, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes. Han identificado algunas causa de ateísmo contemporáneo. Esta forma de pensar ha llevado a considerar al hombre como el centro absoluto de la realidad, haciéndolo ocupar así falsamente el lugar de Dios y olvidando que no es el hombre el que hace a Dios, sino que es Dios quien hace al hombre. Para muchos cristianos, la vivencia de la fe está estrechamente vinculada a los principios morales subyacentes; de ahí que ciertos comportamientos escandalosos por parte de los sacerdotes tengan efectos devastadores y provoquen una profunda crisis en su vida de fe.
La transformación de las condiciones de vida, en apartamentos de pequeñas dimensiones, ha reducido el núcleo familiar, y los abuelos, cuyo papel ha sido siempre fundamental en la transmisión de la cultura y de la fe, se ven alejados. Los ideales y los modelos de vida propuestos por los medios de comunicación social, la publicidad, los protagonistas de la vida pública, social, política y cultural, son a menudo vectores de un consumismo radicalmente antievangélico. Deriva de ahí una percepción negativa de la Iglesia que le quita la credibilidad necesaria para transmitir su mensaje de fe. Por otra parte, la oposición y la crítica tenaz a la Iglesia Católica, por parte de ciertas elites, sectas y nuevos movimientos religiosos, especialmente de tipo pentecostal, contribuyen a debilitar la vida de fe. Las críticas y las objeciones más graves de estos grupos contra la Iglesia son: su incapacidad para mirar la realidad, la incoherencia entre lo que la Iglesia pretende ser y lo que realmente es, la escasa incidencia de su propuesta de fe en la vida real, incapaz de transformar la vida cotidiana. Estas comunidades sectarias, que se desarrollan en América y África, ejercen una fascinación considerable sobre los jóvenes, arrancándolos de las Iglesias tradicionales, sin lograr satisfacer sus necesidades religiosas de forma estable. La fe se vacía de su sustancia y ya no se expresa a través de un compromiso personal, mientras se abre paso una incoherencia entre la fe profesada y el testimonio de vida. Sin testimonio de vida cristiana, la práctica religiosa se va abandonando lentamente. Los discípulos de Cristo viven en el mundo y están marcados — a menudo sin ser conscientes de ello— por la cultura mediática que se desarrolla fuera de toda referencia a Dios. Por lo demás, el laxismo en las costumbres y la ostentación del pansexualismo producen un efecto adormecedor sobre la vida de fe. La vida cristiana parece alcanzar así, en algunos países, niveles mediocres, con evidente dificultad para dar razón de la fe. El desafío es grande para la fe cristiana, que se funda sobre la revelación del Dios tripersonal, a cuya imagen, cada hombre está llamado a vivir en comunión. La fe en un Dios en tres personas es el fundamento de toda la fe cristiana, así como la constitución de una sociedad auténticamente humana. La historia de la salvación es un diálogo de amor de Dios con los hombres, jalonado por las sucesivas alianzas establecidas entre Dios y el hombre, que caracterizan esta experiencia de relación, a la vez personal y personalizadora. Así, «sólo el amor es digno de fe», el amor se vuelve el gran signo de credibilidad del Cristianismo, porque no está separado de la verdad.

La Iglesia está arraigada en la historia. El Símbolo de la fe menciona a Poncio Pilatos para señalar el anclaje de la profesión de fe en un momento particular de la historia. La Iglesia es sacramento de Cristo, prolongación en la historia de los hombres del misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, acontecida hace dos mil años.

Para completar esta rápida descripción, aparecen, como respuesta a la aparición de esta religiosidad multiforme, sin nombre ni rostro, nuevas formas destacadas del panorama religioso en la cultura contemporánea.
Los desafíos que presentan las culturas de nuestro tiempo y la nueva religiosidad estimulan a los cristianos a profundizar en su fe y a buscar cómo anunciar hoy la Buena noticia del amor de Jesucristo, para llegar a los que viven en la increencia y la indiferencia. La misión de la Iglesia no consiste en impedir la transformación de la cultura, sino más bien asegurar la transmisión de la fe en Cristo, en el corazón mismo de unas culturas en pleno proceso de cambio.
No se puede separar de la vida misma de la Iglesia ni quedar reservado para algunos expertos. Toda iniciativa pastoral acerca de la increencia y la indiferencia religiosa nace de la vida misma de la Iglesia, vida comunitaria impregnada del Evangelio. Sin el impulso de una fe vivida en plenitud, las iniciativas pastorales carecen de valor apostólico. es decir, la evangelización de la cultura de la increencia y de la indiferencia religiosa.
 Y es sin embargo, con este hombre con quienes estamos llamados a entrar en diálogo, porque es este hombre en todas las culturas, el camino de la Iglesia.

Un diálogo constructivo con los no creyentes, basado en estudios y observaciones pertinentes, puede desarrollarse en torno a algunos temas privilegiados:
Las grandes cuestiones existenciales: el porqué y el sentido de la vida y de la responsabilidad, la dimensión ética de la vida humana, el porqué y el sentido de la muerte en la cultura y en la sociedad, la experiencia religiosa en sus diferentes expresiones, la libertad interior de la persona humana, la fe.
En Francia, los miembros del servicio «Incroyance et foi» (Increencia y fe), de la Conferencia Episcopal, participan en debates, coloquios y mesas redondas organizados por Centros Culturales e instituciones educativas, católicas o laicas. En el marco del diálogo con los no creyentes, la teología fundamental, concebida como una apologética renovada, tiene como misión dar razón de la fe (1Pe 3,15), justificar y explicitar la relación entre la fe y la reflexión filosófica, a través del estudio de la revelación en relación con los interrogantes de la cultura actual.
           
El mandato de Cristo a la Iglesia no se agota en la evangelización de las personas. Si la increencia es un fenómeno cultural, la respuesta de la Iglesia ha de tomar en consideración también las diversas problemáticas de la cultura a través del mundo.
Evangelizar la cultura es dejar que el Evangelio impregne la vida concreta de los hombres y mujeres de una sociedad dada. Al identificar algunos puntos de anclaje para el anuncio del Evangelio, las proposiciones aquí presentadas ofrecen diferentes orientaciones —nova et vetera— para una pastoral de la cultura, con el fin de ayudar a la Iglesia a proponer la fe cristiana respondiendo al desafío de la increencia y la indiferencia religiosa.


Hasta el fin de los tiempos, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, la Iglesia continúa su peregrinación con la confianza y la certeza de saberse sostenida e iluminada por el Señor. Los movimientos y asociaciones cristianos activos en la vida pública, en los medios de comunicación social y ante los gobiernos, contribuyen a crear una cultura diferente de la cultura dominante, no sólo en el nivel intelectual, sino sobre todo en la vida práctica. Es así como algunos cristianos colaboran con la «Liga agnóstica a favor de la vida», en defensa de la vida.
La promoción de manifestaciones públicas sobre los grandes temas de la cultura. Estos encuentros favorecen los contactos y el diálogo personal con los que trabajan en los grandes campos de la cultura y constituyen un modo significativo de presencia pública de la Iglesia.
Los coloquios organizados por el Consejo Pontificio de la Cultura con el Ente dello Spettacolo, en Roma, sobre el cine espiritual, y el congreso celebrado en colaboración con la Iglesia Luterana Noruega en Oslo, sobre La Iglesia y el cine, son ejemplos de encuentros donde se pone en evidencia la capacidad del lenguaje cinematográfico para transmitir, gracias a la fuerza de las imágenes, valores espirituales que pueden fecundar las culturas. Una iniciativa parecida del Consejo Pontificio de la Cultura sobre el teatro religioso, se revela prometedora. Tales acontecimientos permiten asegurar una presencia cristiana en el mundo de la cultura, valoran las potencialidades del arte y crean espacios de diálogo y reflexión.
Los medios de comunicación social desempeñan en la cultura actual un papel fundamental. Es importante que sean formados y apoyados» (Para una pastoral de la cultura. No basta hablar para ser comprendido. Saliendo del templo para ir a la plaza, los cristianos dan testimonio público, sin publicidad, del gozo de creer y de la importancia de la fe para la vida. El diálogo y el testimonio pueden suscitar el deseo de entrar en el misterio de la fe. La experiencia de los Equipes de Notre Dame es significativa: hogares cristianos que se ayudan mutuamente a crecer en su vida de fe compartiendo los gozos y las alegrías cotidianas, profundizando en la fe. Viven así de modo más pleno la vida familiar y eclesial. Para introducir en las familias cristianas «los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad» (Evangelii nuntiandi, n. 19), es decir, una cultura inspirada por la fe, es importante consagrar más tiempo a la vida de familia.
La ignorancia, ya sea religiosa o cultural, es una de las causas principales de la increencia, de la mal-creencia y de la indiferencia religiosa. Iniciación cristiana, catequesis y catecumenado. El contacto con los jóvenes en las escuelas desempeña un papel fundamental en la pastoral de la cultura.
Crece la necesidad de diseñar nuevos cursos y programas en el diálogo entre la ciencia y la fe. Los servicios especializados en el diálogo con los no creyentes y con la cultura de la increencia tienen también gran importancia, en unión con las Comisiones para la cultura y para la increencia de las Conferencias Episcopales. Allí donde no exista una cátedra para el estudio del ateísmo, la reflexión sobre las nuevas formas de increencia puede ser de gran ayuda para la misión de la Iglesia.

La belleza es una vía privilegiada para acercar a los hombres a Dios y saciar su sed espiritual. Los monumentos de inspiración cristiana edificados a lo largo de siglos de fe son auténticos testigos de una cultura modelada por el Evangelio de Cristo y guías siempre actuales para una buena formación cristiana. La cultura de la relación significativa es indispensable para que el testimonio cristiano pueda implicar al otro en un itinerario de fe. Las relaciones personales dentro de la Iglesia, sobre todo en las parroquias más extensas, son de gran importancia. El gozo de pertenecer a la familia de Dios es el signo visible del mensaje de la salvación y la Iglesia, familia de familias, aparece entonces como el verdadero «lugar» del encuentro entre Dios y los hombres.
Inculturar la fe y evangelizar las culturas a través de las relaciones interpersonales permite a todos y cada uno percibir la Iglesia como su propia casa y sentirse en ella a gusto.
Los centros culturales católicos ofrecen a la Iglesia singulares posibilidades de presencia y acción en el campo de los cambios culturales. En efecto, éstos son unos foros públicos que permiten la amplia difusión, mediante el diálogo creativo, de convicciones cristianas sobre el hombre, la mujer, la familia, el trabajo, la economía, la sociedad, la política, la vida internacional y el ambiente.
Los Centros culturales católicos son lugares privilegiados para una pastoral de la cultura y ofrecen la posibilidad de debates, con la ayuda de películas o conferencias, sobre problemas culturales de actualidad. La respuesta a estos interrogantes de la cultura, permite superar numerosos obstáculos a la fe, un don de Dios que se recibe a través de la escucha y el dialogo.
A los no creyentes, indiferentes a la cuestión de Dios, pero creyentes en los valores humanos, mostrar que ser verdaderamente hombre es ser religioso, que el hombre halla su plenitud humana en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y que el Cristianismo es una buena noticia para todos los hombres y culturas.
 Esta virtud teologal es el hilo conductor de la exhortación apostólica del Papa Juan Pablo II Novo Millennio Ineunte, al final del Gran Jubileo del Año 2000, horizonte de fe de toda la Iglesia en esta época crucial de la Iglesia. El deseo de la vida eterna no se ha apagado en el corazón de los hombres. Es la tarea pastoral más urgente para toda la Iglesia en nuestro tiempo, en el corazón de todas las culturas.






viernes, 11 de noviembre de 2011

LA LIBERTAD. Carta a los Gálatas.

LA LIBERTAD, PRINCIPIO DE LA VIDA CRISTIANA

Bibliografía: Cuaderno 68-70 "La Palabra Hoy", de FEBICAM, está dedicado a Gálatas, y la libertad.
-- J. Blank, art. en Sel.Teol. (verde) n.119, p.225ss. (básico)
-- E. Käsemann, Llamada de la libertad
-- art. de Lyonnet, en Potterie-Lyonnet, La vida según el Espíritu, cap.6.
- J.M. Castillo, El proyecto de Jesús, p.12ss.
- J. Lois, Jesús de Nazaret, Cristo.... cap.III.
- E. Fromm, Miedo a la libertad.

Como observó Agapito Güemes en su estudio sobre el tema, "hablar de libertad paulina coincide casi con escribir una biografía suya, al menos analizar sus vivencias más íntimas y decisivas"[1].

            Al hablar de libertad es importante estar conscientes de la importancia que revestía en aquel tiempo. Era preferible ser mendigo y libre que bien cuidado y esclavo. Las filosofías más influyentes de la época, particularmente el estoicismo, tenían por eje de su pensamiento la auténtica libertad del hombre.

            La libertad viene de la fe en Cristo, estar con él, revestido de él. Así se vive la presencia del Espíritu, el cual se manifiesta en el fruto del amor, la alegría, la paz, la comprensión, le benignidad, bondad, etc.  Es libre de la carne con sus vicios que encadenan al hombre, le esclavizan, le hacen hacer lo indecible que la final de cuentas le destruye.
            La libertad hace que el hombre pueda considerar a todos como sus hermanos, sin discriminaciones, sin que haya judío, griego, hombre, mujer, esclavo, libre. Su ley es la ley de Cristo, la de "llevar cada uno las cargas de los otros" (6,2), pues ha comprendido que toda la ley se resume "en una palabra, aquello de 'amarás a tu prójimo como a ti mismo'." (5,14). Precisamente porque la fe, unión con Cristo, le lleva al hombre a una praxis como la suya. Le libera al hombre de su autosuficiencia y su soberbia, que le separan, incluso antagonizan, en la comunidad humana (5,26).
            La libertad cristiana no convive con los formalismos, legalismos, estrecheces ritualistas. Vive una relación auténtica, franca, libre con su Señor, es decir, de fe. Es, lo que hoy solemos decir, auténtica. Es la libertad que viene de la fe, no de la ley! El cristiano vive libre de la ley mosaica, pero asume la ley de Cristo. Es lo que se suele llamar libertad del pecado, de la carne. Pero, ¿cómo se entiende eso de forma concreta? libre de esas actitudes que producen las manifestaciones enumeradas por Pablo en 5,19ss.
            Es la libertad de los hijos de Dios. Y Pablo argumenta ampliamente que el cristiano es hijo de Dios!  Como toda filiación, supone una vida consecuente.
            Por cierto, Pablo no hace referencia alguna a la libertad que tanto nos preocupa en Latinoamérica: la libertad en el orden social y económico, libertad libertadora de las opresiones y explotaciones de las que no cesan de ser víctimas tantas personas. Tampoco habla de la libertad en sentido político, que preocupa al hemisferio norte con su concepto sui generis de libertad y democracia, como la que quieren imponer en Irak. Y es que la carta a los gálatas es, en primer lugar, un escrito circunstancial que responde a una problemática muy concreta en aquellos tiempos. Segundo, el problema es sustancialmente de orden religioso, si bien tiene consecuencias éticas. Y finalmente, como otros escritos bíblicos de la época, el horizonte de sus preocupaciones era netamente local, en el marco de la comunidad cristiana, y ésta era pequeña, desconectada de las esferas de las grandes decisiones políticas y socio-económicas. Las reformas a ese nivel, no estaban contempladas porque estaban muy lejos de ellos el poder hacer algo: apenas si habría algún cristiano suelto que tuviera un alto cargo en tiempos de Pablo. Ni siquiera toca el problema de la libertad elemental: el de la esclavitud física! Ni siquiera en su carta a Filemón! La esclavitud era tomada como una condición natural decidida por "la fortuna" para quienes así nacieron o tuvieron la desgracia de ser esclavizados.  De hecho, recién ha sido en los últimos dos siglos que eso se ha cambiado --y solo recientemente en algunos países de Africa. Aunque se limite a la vida del cristiano y de éste en comunidad, no es difícil ampliar los horizontes cuando esta comunidad ha crecido y no pocos de sus miembros están ahora en las esferas de poder. Sin embargo, no debemos olvidar que las estructuras de una sociedad están hechas por individuos, que tienen la capacidad de cambiarlas y de alimentarlas. Los males están en el corazón de los hombres, y de allí brotan y se expresan y proyectan hacia los demás. Por tanto, la liberación a nivel social no se dará mientras no se dé por mediación de individuos liberados y liberadores. Por eso, los cristianos están llamados a vivir plena y consecuentemente su fe en Cristo, y hacer que ésta sea operativa y eficaz en su mundo concreto.


    [1] La libertad en san Pablo, 12.

sábado, 5 de noviembre de 2011

disculpas

DISCULPA A MIS QUERIDOS LECTORES
POR PUBLICAR DE ESA FORMA, NO MUY AMENA PARA SU LECTURA LAS PROXIMAS PUBLICACIONES TRATARÉ DE HACERLO MEJOR.....

viernes, 4 de noviembre de 2011

DEBILIDADES HUMANAS

"Deficiente” es aquel que no logra modificar su vida, aceptando las imposiciones de otras personas o de la sociedad en la que vive, sin tener conciencia de que es dueño de su destino.

“Loco” es quien no busca ser feliz con lo que posee.

“Ciego” es aquel que no ve a su prójimo morir de frío, de hambre, de miseria, y sólo tiene ojos para sus míseros problemas y pequeños dolores.

“Sordo” es aquel que no tiene tiempo de oír el desahogo de un amigo o la llamada de un hermano, pues está siempre ocupado trabajando y quiere garantizar su salario a fin de mes.

“Mudo” es aquel que no puede decir lo que siente y se esconde por detrás de la máscara de la hipocresía.

“Paralítico” es quien no puede andar en la dirección de aquellos que necesitan de su ayuda.

“Diabético” es quien no puede ser dulce.

“Enano” es quien no sabe dejar crecer al amor.

Y, finalmente, la peor de las deficiencias es ser miserable, pues “Miserables” son todos los que no quieren hablar con Dios.


EL TREN DE LA VIDA

En un viaje en tren, a lo largo del trayecto, pueden suceder una gran diversidad de situaciones. Nuestra existencia terrenal puede ser comparada a uno de esos viajes, más o menos largo. Primero, porque está llena de embarques y desembarques, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y grandes tristezas en algunas partidas.

Cuando nacemos, entramos en el convoy y nos encontramos con personas que deseamos que sigan siempre con nosotros: nuestros padres. Infelizmente, eso no va a suceder: en alguna estación ellos descenderán y nos dejarán huérfanos de sus cariños, amistad y compañía insustituibles. Mas durante el viaje, otras personas especiales embarcarán y seguirán viaje con nosotros: nuestros hermanos, amigos, amores e hijos.

El viaje no es igual para todos. Algunos hacen un paseo, otros sólo ven tristezas, y otros todavía circulan por los vagones, para ayudar a quien precise. Muchos descienden y dejan nostalgias eternas... Otros pasan de una forma que, cuando desocupan su asiento, nadie se da cuenta.

Curioso es constatar que algunos pasajeros que nos resultan complicados, se acomodan en vagones distantes del nuestro, lo cual no impide, está claro, que durante el recorrido nos aproximemos a ellos y los abracemos, aunque jamás podamos seguir juntos, porque habrá alguien a su lado ocupando aquel lugar.

Pero eso no importa, pues el viaje está lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, despedidas.

Lo importante, es que hagamos nuestro viaje de la mejor manera posible, buscando relacionarnos lo mejor posible con los demás pasajeros, viendo en cada uno de ellos lo mejor que tienen.

Debemos acordarnos siempre que, en algún momento del trayecto, ellos podrán flaquear y tenemos que entenderlos, pues nosotros también flaquearemos muchas veces y queremos que haya alguien que nos entienda.

La gran diferencia, al final, es que en el tren de la vida, nunca sabemos en qué estación tendremos que descender, y mucho menos en qué estación descenderán nuestros amores, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado. Es posible que, cuando tengamos que desembarcar, la añoranza nos venga a hacer compañía. Porque no es fácil separarnos de los amigos, ni dejar que los hijos sigan viaje solos.

Mientras tanto, en algún lugar, hay una estación principal a la cual vamos todos. Allí nos reencontramos todos. Y cuando llegue esa hora, tendremos grandes emociones al poder abrazar a nuestros amores y matar la añoranza que nos hizo compañía por tanto tiempo...

Que nuestro breve viaje sea una gran oportunidad de aprender y enseñar, entender y atender a aquéllos que viajan a nuestro lado, porque no fue el azar que los colocó allí...

Que aprendamos a amar y a servir, comprender y perdonar, pues no sabemos cuánto tiempo aún nos resta hasta la estación donde tendremos que dejar el tren.

Si tu viaje no transcurre exactamente como esperaba, dale una nueva dirección.

Admírate de la belleza del camino.

Busca una manera de dar utilidad a tus horas.

Preocúpate por aquéllos que siguen viaje a tu lado.

Deja de lado las quejas y haz que tu trayecto quede marcado con rastros de luz.

Piensa en eso... Y buen viaje!

jueves, 27 de octubre de 2011

"LA COMPASIÓN HARÍA A LA IGLESIA
MÁS HUMANA Y MÁS CREIBLE"
Entrevista con José Antonio Pagola

El movimiento 'Redes cristianas' trae esta semana a Badajoz a José Antonio Pagola, quien avanza en esta entrevista algunas de las ideas de las que hablará en las dos charlas que tendrán lugar los días 25 y 26 de octubre.


Su conferencia de hoy se titula 'La alternativa de Jesús'. ¿De qué va a hablar?

Trataré de responder a la pregunta de qué buscaba Jesús. Diré, entre otras cosas, que una sociedad sana y humana se tiene que organizar pensando que los primeros deben ser los más vulnerables e indefensos, que ser seguidor de Jesús es hacer la vida más amable, más digna y más dichosa a los demás.

¿Es la Iglesia así?

Me parece importantísimo centrar el cristianismo hoy con mayor fidelidad a la persona y al proyecto de Jesús. Se nos ha olvidado que ser cristianos es ser seguidores de Jesús, seguir sus pasos, dar importancia a lo que él daba, confiar en el Padre como confiaba él.

¿En qué aspectos debería cambiar la Iglesia?

Por ejemplo, me parecería muy importante poner la compasión en el centro, porque no siempre está en el centro del quehacer de los teólogos. La compasión hoy haría a la Iglesia mucho más humana y más creíble.

¿Ve posibilidad de cambio?

La iglesia tiene una mirada muy aguda para condenar el pecado que ve fuera del mundo, el pecado de la modernidad, de las nuevas generaciones, pero a la Iglesia la veo yo demasiado ciega para descubrir su propio pecado. Antes de predicar a los demás tenemos que adoptar una postura de fidelidad mayor al Evangelio. Es muy fácil condenar a otros, pero en la iglesia hay bastante mediocridad.

La iglesia siempre ha tenido problemas, lo que hoy falta es vigor espiritual, fuego, que diría Jesús, porque él vino a prender fuego. Fíjate, el papa Benedicto XVI está repitiendo que el pecado no está solo fuera de la iglesia, que el mayor peligro para la iglesia no viene de fuera, sino que está dentro.

¿Cómo ve a la Iglesia en esta situación de crisis económica?

Para mí esta crisis no es una crisis más, esta crisis nos está descubriendo que no se puede vivir de cualquier manera, y tendremos que aprender a vivir de una manera más austera y humana. Es una crisis que va a hacer sufrir mucho y cambiaría mucho el rostro de nuestras parroquias si ofrecieran a las personas una acogida cálida, si escuchara a esa gente, con sus miedos y sus sufrimientos, y les ofreciera un acompañamiento. Se le tendría que notar a la Iglesia que le preocupa la felicidad de la gente, que no está cerrada en su doctrina. Y siempre empezando con los últimos.

Si viviese hoy Jesucristo, ¿iría junto a los indignados?

Jesus es un profeta y el profeta vive con indignación profética, hoy sin duda sería un indignado. Jesús es un hombre indignado que pide una revolución de las conciencias. Para mí el fenómeno de los indignados me parece un signo muy positivo de estos tiempos, porque vivimos en una sociedad aletargada.

¿Por qué cree que es así?

Jesús nos haría ver que el bienestar, tal como lo vivimos, nos ha hecho indiferentes, insolidarios. En esta crisis estamos llamados los creyentes y no creyentes a sacar lo mejor que hay en nosotros. Yo creo que en esta situación nos vamos a tener que ayudar unos a otros en la familia y en el entorno de las pequeñas parroquias. Tenemos que aprender a vivir de una manera más sobria...

Para todos los que siguen de verdad a Jesucristo....no a una institución.

sábado, 22 de octubre de 2011

Les mando un comentario sobre la eucaristía.

LA REFORMA DE LA MISA

Los estudios sociológicos lo destacan con datos contundentes: los cristianos de nuestras iglesias occidentales están abandonan-do la misa dominical. La celebración, tal como ha quedado configurada a lo largo de los siglos, ya no es capaz de nutrir su fe ni de vincularlos a la comunidad de Jesús.

Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa «se pierda» sin que este hecho apenas provoque reacción alguna entre nosotros. ¿No es la eucaristía el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué la jerarquía permanece tan callada e inmóvil? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y dolor?

La desafección por la misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera responsable e incondicional. Es la fidelidad ejemplar de estas minorías la que está sosteniendo a las comunidades, pero ¿podrá la misa seguir viva sólo a base de medidas protectoras que aseguren el cumplimiento del rito actual?

Las preguntas son inevitables. ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor, que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió Jesús? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa sino contribuir a la conversión a Jesucristo.


José Antonio Pagola